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sábado, 27 de julio de 2013

La hormona que nos adelgaza durante el sueño nocturno, HGH

La luz del sol que dirige nuestros ritmos hormonales determina que al caer la noche se eleve la hormona que utiliza nuestra grasa de reserva como combustible.

Esta hormona, la HGH, también denominada hormona de crecimiento, se eleva al anochecer y alcanza su máxima  secreción a la medianoche. Además de estimular el crecimiento en los niños, esta hormona moviliza nuestros depósitos de grasa durante el sueño nocturno.

La HGH es la responsable de que al amanecer pesemos alrededor de un kilo menos que la noche anterior.
Al anochecer se inicia el ascenso de la HGH, la hormona que utiliza la grasa de reserva. Así tenemos que nuestro peso se eleva durante el día, mientras que adelgazamos durante la noche y aunque se haga ejercicios, camine o trote, ocurrirá lo mismo.



Si no duerme, no adelgaza   La HGH asciende en la oscuridad de la noche pero al quedarnos dormidos es cuando su pico se hace realmente significativo. La máxima elevación de esta hormona ocurre en las primeras dos horas del sueño nocturno; así que entre la medianoche y una de la madrugada ocurre su nivel máximo de secreción.


En esos momentos es cuando más se estimula la movilización de la grasa de reserva y se promueve el adelgazamiento nocturno.

La HGH se eleva menos en los que se acuestan después de la medianoche y por eso adelgazan menos. Mientras que en los que no duermen, ya sea por que sufren de insomnio o porque tienen un trabajo nocturno, la HGH no muestra ninguna elevación y al menos esa noche no adelgazaran nada.

Por estas razones, los noctámbulos suelen ser más gordos, así como también los que desarrollan actividades hasta altas horas de la noche. Día tras día van aumentando de peso, pues no pierden en la noche lo que
engordan durante el día.
HGH



También facilita las defensas: La hormona HGH, además de movilizar las grasas, también activa el sistema inmunológico promoviendo que los glóbulos blancos ataquen a las bacterias y a las células malignas con lo que facilita la formación de anticuerpos. En otras palabras, la elevación nocturna de la HGH potencia la defensa contra el cáncer y las infecciones.




Las harinas frenan el adelgazamiento nocturno: El diseño hormonal que incita la movilización de la grasa del abdomen y de las piernas durante el sueño se podría alterar al ingerir azucares o carbohidratos en la cena. Las harinas en las horas nocturnas frenan la acción de la HGH y se oponen a la movilización de la grasa.


Adicionalmente, las galletas, panes, cereales, arepas, etc., ingeridas en la noche, son convertidas más en grasa que en energía pues al atardecer la insulina es poco eficiente y en vez de conducir el azúcar proveniente de las harinas hacia los músculos, lo lleva hacia el tejido adiposo.
Al comer carbohidratos en la noche, no solo perdemos el adelgazamiento nocturno sino que hasta podemos subir de peso.

Por otra parte, los exagerados picos de insulina que inducen una cena con azucares o harinas, son además responsables del aumento de los triglicéridos  y de la presión arterial en la madrugada siguiente.
Si los que tienen la presión arterial elevada consumen carbohidratos nocturnos, frecuentemente se despiertan con los ojos enrojecidos, viendo estrellitas, con zumbidos en los oídos, malestar en la nuca y otros síntomas indicativos de un incremento de la presión arterial.

                                                                                                                                                                                                                   

El control de la química adictiva

La adicción por las harinas es la principal causa de la obesidad. Por ello la dieta debe enfocarse hacia el control de esa adicción

La dieta debe controlar la atracción por los dulces y harinas

Se piensa que las oscilaciones anormales de la serotonina cerebral son la esencia de la adicción y la causa fundamental que conduce a un individuo hacia la obesidad.

En este contexto, resulta completamente ilusorio pensar que un obeso pueda cumplir a largo plazo una dieta de pocas calorías que no controle las fuerzas adictivas y menos aún que con ella pueda solucionar, en un lapso prolongado, un problema tan completo.

El obeso, sin lugar a dudas, es un adicto. Explicarle que debe comer menos, no resulta; de hecho el obeso no come porque quiere, sino porque las fuerzas adictivas lo dominan. Si esta adicción no se controla, el paciente no cumplirá la dieta pues las fuerzas adictivas tarde o temprano lo empujaran a comer dulces y harinas.

Las dietas restrictivas, no contemplan el consumo de dulces ni chocolates ni otros alimentos necesarios  para mantener la serotonina elevada y controlar la adicción. Por estas razones, la dieta para el obeso tiene que estar dirigida hacia el control de la adicción y de las fuerzas que lo empujan a comer.

Similar al tratamiento de un alcohólico

Al igual que en el alcohólico, el objetivo del tratamiento no es explicarle que el licor es malo pues él ya lo sabe; sin embargo, cuando ve una cerveza, no resiste y se lo toma. El tratamiento en este caso debe lograr que el licor no le provoque.

Igualmente, la dieta tiene que lograr que al atardecer cuando el obeso observe una harina, un pan o un chocolate no sienta ninguna atracción ni deseo de comerlas. Que mire estos alimentos con indiferencia, como si fueran de plástico. Solo así podemos esperar buenos resultados a largo plazo.

El control de la adicción      

Se ha comprobado que la tristeza, la angustia y el desenfrenado deseo de comer harinas o dulces que ocurre al atardecer, se controla cuando ingerimos carbohidratos o dulces en la mañana. Este efecto se produce debido a que el consumo matutino de carbohidratos, y especialmente de chocolates, mantiene elevados los niveles de serotonina durante todo el día.
ritmos circadianos

Si se evita su descenso vespertino se aminoraran los impulsos hacia las harinas.
Por otra parte los efectos antidepresivos, de alegría y sedación que ocurren cuando comemos dulcitos o pan en las tardes, no suceden en la mañana. Simplemente sentimos que hemos ingerido una harina o un dulce; sin toda esa connotación y sin el vínculo antidepresivo que tienen las harinas cuando son ingeridas al atardecer. 

Además los dulces en las mañanas, se perciben como menos sabrosos que en las tardes.
Todo esto cambia nuestro diagrama mental sobre los dulcitos, pues al atardecer ya no los miramos con tanto anhelo, ya no los recordamos como algo muy sabroso, ni los vinculamos con ningún efecto sedante ni antidepresivos. Vemos los dulces con indiferencia y nos hacemos cada vez << menos dulceros >>.

Recuerde que nadie come chocolates ni dulcitos porque decidió engordar, sino porque una fuerza adictiva lo induce a este comportamiento; por ello, el control de esa adicción debe ser el principal objetivo de la dieta.

El control de la adicción garantiza que será delgado en forma permanente     

La adicción es la principal razón por la cual una persona ingiere en la noche alimentos que lo engordan. Si la adicción continua, tarde o temprano no aguantara, se comerá las galletas y engordara otra vez. El solo hecho de sentir deseos de comer una galleta al atardecer es una alerta indicativo de que la dieta no cumple con su principal objetivo: el control de la adicción.

No importa que tan rápido haya perdido los kilos, ni cuanto adelgazo, el que continúe con el deseo de comer harinas al anochecer sugiere que la adicción a los carbohidratos no ha sido erradicada y anuncia que nuevamente será gordo.

Nunca menosprecie la adicción hacia los carbohidratos       

Esta adicción ha llevado a muchas personas a ser extremadamente obesas, poniendo en grave riesgo su salud y su vida.

Tenga la certeza de que ninguno de ellos engordo a propósito, que no se comían un pan en la noche diciendo << que bueno, voy a comerlo porque quiero ser gordo >>.

Los que ingieren harinas de noche lo hacen empujados por fuerzas adictivas, aun sabiendo que con esto están arriesgando su vida. Únicamente aquella dieta que controle la adicción hacia las harinas nos asegura que nunca más retornara a la obesidad.      


La gordura en la infancia


No cabe duda que en los niños, la gordura suele establecerse a veces hereditariamente. Ya hablamos sobre ello. Muchos bebes nacidos normales, sin peso excesivo, suelen estar obesos al llegar a la edad escolar. Según los médicos, aun 60 por 100 de los casos de la obesidad es la llamada “gordura de la infancia”, aunque en muchas ocasiones esa expresión oculta un raquitismo, un hipotiroidismo, una distrofia adiposo-genital u otra enfermedad.

Algunos autores, como Freud y Bruch, dan gran importancia al ambiente familiar. Desde hace años se ha comprobado que los niños obesos son grandes comedores, y ello debería ser debido a algunas razones profundas. Bruch no descarta los factores orgánicos de la obesidad; pero como, en conjunto, le decepcionan, los abandona y queda con un fenómeno real y evidente: la sobrealimentación.

Haciendo un interrogatorio sicológico a los padres de los niños obesos, encuentra una serie de resultados tan uniformes que la orienta a una inadaptación social y un sentimiento de inseguridad. Este desequilibrio explica su comportamiento con respecto a la alimentación. La alimentación es la única satisfacción que permite la fijación de un estado moral, de un desarrollo afectivo. Es la sobrealimentación un descanso a la ansiedad y una justificación ante la vida. De esta manera vencen las frustraciones de su aislamiento social y la carencia afectiva.

El comportamiento de los padres es  muy importante. La pasividad y despreocupación del padre contrasta con el lugar predominante de la madre en la familia, y muchas veces la sobre posición materna no es más que una tentativa para enmascarar una hostilidad subyacente y compensar una carencia afectiva.
“Este clima crea un estado de tensión afectiva en el niño, y al estimularse el hipotálamo surge la hiperfagia, es decir, las ganas excesivas de comer.”

Es preciso que los padres aprendan a conocer el valor de los alimentos y ayuden a su hijo a establecer nuevas normas (en algunos casos empezando por observarles ellos mismos) que le ayuden a comer con lógica. Son muchos los niños que no saben lo que es la verdura, el pescado o la fruta fresca, y solo comen tocino, huevos, carne, féculas  y, sobre todo, muchos dulces y pan. Así es fácil engordar rápidamente, aun a expensas del buen funcionamiento del hígado o de los riñones.

Muy importante es el ejercicio; es curioso observar como estos niños obesos suelen reducir peso en verano (época de deportes) y vuelven a recuperarlo en las épocas frías.

Aconsejamos que se corrija la obesidad infantil y que y que se haga un estudio de su gordura, por si pudiera tratarse de una verdadera enfermedad, antes de que llegue la edad puberal, pues en esa época puede ya establecerse de forma permanente, no olvidándonos, además de que el niño, después de los catorce años, pasa ya a ser considerado como adulto en cuanto a tratamiento médico se refiere.          

viernes, 26 de julio de 2013

Obesidad adquirida

En este apartado podemos citar la gordura localizada que se implanta en los muslos, senos y pelvis de la mujer. Obesidad de la mujer casada, principalmente.

Existen causas psicológicas y ambientales, de obesidad, local o generalizada, tales como: “Quedarse viudo” o viuda; desavenencias conyugales (infidelidad, celos); quererse meter monja; disgustos familiares de orden económico; impotencia sexual; disgustos con los padres por causa del novio; separación matrimonial; enfados del noviazgo, esposo que huye del hogar con otra mujer; sospecha de hijos ilegítimos del marido; un aborto por no querer tener un hijos; etc., etc.”

Otras causas pueden ser la pubertad, el embarazo, las operaciones con extracción de la matriz y ovarios, la menopausia, las alteraciones menstruales, la lactancia.

Una pena profunda, simples inquietudes o insomnios, provocan gorduras catastróficas. El más extraño de estos casos, fue señalado por un médico especialista de los hospitales de París, que tuvo ocasión de examinar a un joven de 27 años que empezó a engordar en circunstancias dramáticas. Sin saber apenas conducir, chocó contra un árbol con el coche de su tío, que había sacado subrepticiamente del garaje.

Lleno de terror, abandono los restos del auto en la carretera y se refugió en un albergue, donde permaneció durante cuatro días oculto, al cabo de los cuales vio con estupor que sus ropas se habían quedado estrechas y que era imposible abrocharse el pantalón. Seis semanas más tarde, había aumentado de peso extraordinariamente, y no cesaba de engordar.

Parece, pues, que independientemente de los alimentos consumidos con moderación o exceso, nuestro organismo sigue a veces su propio “capricho”, por decirlo de algún modo.
“A pesar del régimen, mi cuerpo hace lo que quiere”, se quejan muchos.

Conviene, sin embargo, recordar ante todo que los estudios más modernos han demostrado que una restricción alimenticia severa siempre, hace perder peso a un obeso, como a todo individuo, delgado o grueso, cualesquiera que sea la causa y el mecanismo de su gordura. ¿Quiere esto decir que la obesidad está ligada exclusivamente a un desequilibrio matemático, a un balance entre las entradas alimenticias y las consumiciones de calorías? Si fuese así la sobrealimentación y la vida sedentaria serian las únicas responsables de la obesidad.

Hay en esta concepción una buena parte de verdad, pues en periodos de escasez, los gorditos y los obesos disminuyen de peso en gran mayoría, pero en número de kilos extremadamente variables, según los individuos.

Todas las estadísticas así lo corroboran. Inversamente, una sobrealimentación forzada y bien asimilada nos hace engordar. Sin embargo, no todos somos iguales ante la obesidad. En condiciones de vida normales, un obeso tiene su peso, que no puede sobrepasar; cada delgado tiene también su cifra límite.

La secuencia de la adicción

La secuencia de la adicción se observa claramente en la historia de Rosa, quien desde la infancia ha padecido graves problemas de obesidad. Ella casi nunca desayunaba, pues no sentía hambre al despertar; incluso cuando veía a otros desayunando experimentaba rechazo y nauseas.

Tanta era su aversión por el desayuno que asistía al trabajo en ayunas. Al mediodía tampoco tenía muchos deseos de comer  y almorzaba cualquier cosa; pero al atardecer, cerca de las cuatro, todo cambiaba; percibía un gran desasosiego, una mezcla de tristeza con ansiedad, y un gran deseo de comer dulces, pancitos, galletas y chocolates.

Este impulso de carácter adictivo, que todas las tardes dominaba a Rosa, era más fuerte que su deseo de adelgazar. Las harinas y golosinas le parecían deliciosas, sentía placer y sosiego con solo probarlas, decía que al ingerir un dulcito <<le devolvía el alma y la alegría>>. Momentos después de comer las golosinas, la calma y la felicidad se veían interrumpidas por sentimientos de culpa.

Rosa no podía entender porque había ingerido alimentos que la engordaban. Se preguntaba: << ¿si tanto quiero adelgazar, entonces?... ¿porque todas las tardes caigo en la tentación? ¿porque he incurrido en ese error?>>.

Al amanecer del día siguiente aborrecía la comida de nuevo. Ayunaba y se prometía a sí misma: <<si esta tarde veo un pancito o un chocolate, estoy segura de que no lo voy a tocar>>.

Pero en las tardes todas las promesas se desvanecían, pues apenas veía un chocolate se lo llevaba a la boca; y aunque por unos instantes sentía placer, enseguida la invadía la culpa y lo que es peor cada día estaba más gorda.

Está claro que Rosa se encontraba dentro de una secuencia adictiva que la obligaba a ingerir carbohidratos al atardecer y que esta adicción era la responsable de su obesidad.

Interrumpía sus dietas de forma brusca pocas semanas después de iniciarlas, comiendo desaforadamente dulces y galletitas. Cuando se veía obesa nuevamente, iniciaba otra dieta, pero también la abandonaba comiendo harinas en forma intempestiva. Rosa siempre tuvo la sospecha de que las dietas exacerbaban su adicción por los dulces.

1. Aversión por el desayuno

En los obesos los elevados niveles matutinos de serotonina promueven un rechazo hacia el desayuno.

Al despertar sienten nauseas, asco y repulsión por los alimentos. Esta repulsión matutina explica porque muchos obesos deciden a esa hora que no comerán durante todo el día.

No se imaginan que a las cuatro de la tarde las cosas pueden cambiar.

2. Tristeza y adicción al atardecer

En los obesos la serotonina  sufre un marcado descenso al atardecer.

Aparece una sensación de tristeza, depresión y ansiedad, junto con un intenso e irrefrenable deseo de comer harinas y dulces.

En este momento, el solo ver un dulce o un chocolate les produce una atracción tan intensa que los obliga a comer, aun en contra de su deseo de adelgazar.

3.- Placer  

Una vez que ingieren el dulcito, la serotonina cerebral asciende de inmediato, entonces sienten placer, la angustia desaparece, la tristeza se torna en alegría, tranquilidad y sosiego. No en vano algunos llaman a la serotonina <<la llave del paraíso>>.

4. Culpa 

Pero no todo es placer… pues una vez que la serotonina ha alcanzado altos niveles en el cerebro, las fuerzas adictivas desaparecen y entonces comienzan las preguntas sin respuesta: <<porque me lleve a la boca el dulce?>> pero lamentablemente para entonces ya es demasiado tarde.

5. Al día siguiente

Al despertar, la serotonina esta elevada otra vez y entonces afirman: <<Esta noche, si veo un pan, un dulce o un chocolate, seguro que no lo voy a comer>>.

Pero una cosa es lo que dicen en la mañana, cuando la serotonina se encuentra elevada, y otra cosa muy diferente ocurre al atardecer, cuando los niveles de serotonina descienden.

La adicción se exacerba con la dieta  

La adicción se agrava cuando los obesos inician una dieta de pocas calorías, que usualmente también es baja en carbohidratos.

Tal y como ocurría con Rosa que cuando iniciaba una dieta, las fuerzas que la obligaban a comer dulces y golosinas al atardecer se hacían cada vez mas fuertes e irresistibles ; una dieta escasa en harinas y dulces acentúa el descenso de la serotonina, dilatando la adicción y el deseo de comer harinas y dulces.

Cuando hacia una dieta escasa en carbohidratos, el deseo de comer harinas, chocolates o dulces se intensificaba y era difícil de controlar; tanto que aun sin ver las harinas ni los dulces, salía en su búsqueda y rompía abruptamente la dieta comiendo en forma compulsiva todo lo que le prohibían.


Los resultados de las dietas restringidas en carbohidratos son desalentadores pues al final, como ocurrió con Rosa, todos dejan la dieta, recuperan su peso y terminan más adictos y con un sobrepeso mayor que antes de la dieta.

jueves, 25 de julio de 2013

Los peligros de la obesidad

La obesidad da lugar a una disminución de la esperanza de vida. Las personas obesas corren mayor riesgo de sufrir accidentes cardiovasculares. A partir de un cierto grado, la obesidad también produce una insuficiencia respiratoria: ello aumenta el riesgo de accidentes durante las intervenciones que requieren anestesia y predispone a la aparición de pausas respiratorias durante el sueño (apnea del sueño).

El riesgo de sufrir cáncer también parece mayor en los obesos. Finalmente, la obesidad aumenta la frecuencia de cálculos biliares (sobre todo en las mujeres) y agrava la artrosis de rodilla y de cadera.

Cerebro de gordo

Los ritmos circadianos u oscilaciones diarias de la serotonina son mas bruscas en los gordos que en las personas delgadas, lo que modula los impulsos adictivos hacia los alimentos y en especial hacia los carbohidratos.
Al amanecer tienen unos niveles de serotonina muy elevados, lo cual les origina el gran rechazo y la aversión que sienten hacia el desayuno.
Al atardecer presentan un marcado descenso de la serotonina que les ocasiona un irresistible deseo o pulsión hacia los carbohidratos.

Este rechazo por el desayuno y la adicción por los alimentos al atardecer es lo que se llama << cerebro de gordo>>.

Los dulces como antidepresivos

La tristeza que produce el marcado descenso de la serotonina en las tardes se revierte de inmediato cuando ingerimos  un chocolate u otra golosina.

El pan, los dulces y en general todos los carbohidratos elevan la serotonina en forma instantánea; tornan la tristeza en alegría y felicidad. Se cree que los obesos utilizan estas propiedades antidepresivas y sedantes de los dulces y las harinas para aliviar sus angustias y ansiedades.

Las personas delgadas son diferentes, solo comen cuando sienten hambre y no por adicción a las harinas. No consuelan sus angustias comiendo, de hecho en los momentos de estrés es cuando menos comen. Los delgados casi nunca sienten deseos irresistibles de comer harinas; fenómeno que si se observa en los obesos.

La serotonina es más antidepresiva en los obesos

La insulina que se eleva, cuando comemos dulces o harinas, además de metabolizar el azúcar, facilita la entrada de triptófano al cerebro. El triptófano es un aminoácido que una vez dentro del cerebro se convierte en serotonina.

La exagerada elevación de la insulina, que se produce en los obesos cuando consumen carbohidratos, provoca también un mayor ascenso de la serotonina cerebral y un mayor efecto antidepresivo. Esto perpetúa la adicción que los obesos sienten por las harinas y los dulces.


Entre los carbohidratos, los chocolates son los que ejercen un mejor efecto antidepresivo porque impulsan la cresta de la insulina, y tiene un alto contenido de triptófano.