La secuencia de la adicción se observa claramente en la
historia de Rosa, quien desde la infancia ha padecido graves problemas de
obesidad. Ella casi nunca desayunaba, pues no sentía hambre al despertar;
incluso cuando veía a otros desayunando experimentaba rechazo y nauseas.
Tanta era su aversión por el desayuno que asistía al trabajo
en ayunas. Al mediodía tampoco tenía muchos deseos de comer y almorzaba cualquier cosa; pero al atardecer,
cerca de las cuatro, todo cambiaba; percibía un gran desasosiego, una mezcla de
tristeza con ansiedad, y un gran deseo de comer dulces, pancitos, galletas y
chocolates.
Este impulso de carácter adictivo, que todas las tardes
dominaba a Rosa, era más fuerte que su deseo de adelgazar. Las harinas y
golosinas le parecían deliciosas, sentía placer y sosiego con solo probarlas,
decía que al ingerir un dulcito <<le devolvía el alma y la
alegría>>. Momentos después de comer las golosinas, la calma y la
felicidad se veían interrumpidas por sentimientos de culpa.
Rosa no podía entender porque había ingerido alimentos que
la engordaban. Se preguntaba: << ¿si tanto quiero adelgazar, entonces?...
¿porque todas las tardes caigo en la tentación? ¿porque he incurrido en ese
error?>>.
Al amanecer del día siguiente aborrecía la comida de nuevo.
Ayunaba y se prometía a sí misma: <<si esta tarde veo un pancito o un
chocolate, estoy segura de que no lo voy a tocar>>.
Pero en las tardes todas las promesas se desvanecían, pues
apenas veía un chocolate se lo llevaba a la boca; y aunque por unos instantes
sentía placer, enseguida la invadía la culpa y lo que es peor cada día estaba
más gorda.
Está claro que Rosa se encontraba dentro de una secuencia
adictiva que la obligaba a ingerir carbohidratos al atardecer y que esta
adicción era la responsable de su obesidad.
Interrumpía sus dietas de forma brusca pocas semanas después
de iniciarlas, comiendo desaforadamente dulces y galletitas. Cuando se veía obesa
nuevamente, iniciaba otra dieta, pero también la abandonaba comiendo harinas en
forma intempestiva. Rosa siempre tuvo la sospecha de que las dietas exacerbaban
su adicción por los dulces.
1. Aversión por el desayuno
En los obesos los elevados niveles matutinos de serotonina
promueven un rechazo hacia el desayuno.
Al despertar sienten nauseas, asco y repulsión por los
alimentos. Esta repulsión matutina explica porque muchos obesos deciden a esa
hora que no comerán durante todo el día.
No se imaginan que a las cuatro de la tarde las cosas pueden
cambiar.
2. Tristeza y
adicción al atardecer
En los obesos la serotonina
sufre un marcado descenso al atardecer.
Aparece una sensación de tristeza, depresión y ansiedad,
junto con un intenso e irrefrenable deseo de comer harinas y dulces.
En este momento, el solo ver un dulce o un chocolate les
produce una atracción tan intensa que los obliga a comer, aun en contra de su
deseo de adelgazar.
3.- Placer
Una vez que ingieren el dulcito, la serotonina cerebral
asciende de inmediato, entonces sienten placer, la angustia desaparece, la
tristeza se torna en alegría, tranquilidad y sosiego. No en vano algunos llaman
a la serotonina <<la llave del paraíso>>.
4. Culpa
Pero no todo es placer… pues una vez que la serotonina ha
alcanzado altos niveles en el cerebro, las fuerzas adictivas desaparecen y
entonces comienzan las preguntas sin respuesta: <<porque me lleve a la
boca el dulce?>> pero lamentablemente para entonces ya es demasiado
tarde.
5. Al día siguiente
Al despertar, la serotonina esta elevada otra vez y entonces
afirman: <<Esta noche, si veo un pan, un dulce o un chocolate, seguro que
no lo voy a comer>>.
Pero una cosa es lo que dicen en la mañana, cuando la
serotonina se encuentra elevada, y otra cosa muy diferente ocurre al atardecer,
cuando los niveles de serotonina descienden.
La adicción se exacerba con la
dieta
La adicción se agrava cuando los obesos inician una dieta de
pocas calorías, que usualmente también es baja en carbohidratos.
Tal y como ocurría con Rosa que cuando iniciaba una dieta,
las fuerzas que la obligaban a comer dulces y golosinas al atardecer se hacían
cada vez mas fuertes e irresistibles ; una dieta escasa en harinas y dulces
acentúa el descenso de la serotonina, dilatando la adicción y el deseo de comer
harinas y dulces.
Cuando hacia una dieta escasa en carbohidratos, el deseo de
comer harinas, chocolates o dulces se intensificaba y era difícil de controlar;
tanto que aun sin ver las harinas ni los dulces, salía en su búsqueda y rompía
abruptamente la dieta comiendo en forma compulsiva todo lo que le prohibían.
Los resultados de las dietas restringidas en carbohidratos
son desalentadores pues al final, como ocurrió con Rosa, todos dejan la dieta,
recuperan su peso y terminan más adictos y con un sobrepeso mayor que antes de
la dieta.