La obesidad
es un exceso de grasa en el organismo, que da lugar a un peso demasiado
elevado. Aumenta la predisposición a sufrir numerosas enfermedades y disminuye
la esperanza de vida.
En condiciones normales el organismo humano está
constituido, en parte, por grasas. Estas sirven como reserva energética y se almacenan en las células del tejido graso o adiposo, que reciben el nombre de adipocitos. En muchas personas, existe un
exceso de grasa almacenada, lo que da lugar a un exceso de peso. Según la
importancia de este exceso, se habla de sobrepeso (peso ligeramente elevado) o
de obesidad (peso demasiado elevado).
Formas
La obesidad puede empezar a partir de la infancia o aparecer
en la edad adulta. Algunos obesos presentan trastornos del comportamiento
alimentario. En algunos casos puede detectarse una circunstancia desencadenante
concreta, a la que sigue un aumento rápido de peso. En otras situaciones, la
obesidad va constituyéndose de forma progresiva, durante años. El tejido adiposo
se reparte de forma diferente de una persona a otra. Según la zona del cuerpo
donde predomina, se distinguen dos tipos de obesidad:
Obesidad ginecoide. Se manifiesta por depósitos adiposos localizados en la parte
inferior del cuerpo (nalgas, caderas y piernas). Se presenta, sobre todo en
mujeres.
Obesidad androide. Se
caracteriza por depósitos adiposos que
se localizan en el tronco y el abdomen. Esta forma de obesidad se acompaña de
un exceso de grasa en el interior del abdomen, alrededor de las vísceras. Es típicamente masculina. Es La forma más grave, ya que puede provocar
complicaciones muy diversas: por ejemplo, diabetes, exceso de colesterol,
hipertensión arterial y accidentes cardiacos y vasculares.
Causas
Existen tres factores importantes que pueden encontrarse en
el origen de la obesidad:
Factores hereditarios. Los
niños cuyos padres son obesos corren más riesgos de serlo que los niños cuyos
padres tienen un peso normal. Asimismo, la importancia y la distribución del
tejido graso están determinadas por factores genéticos. Los diferentes aspectos
de la asimilación de los alimentos por parte del organismo y el comportamiento
que predispone a la obesidad (p. ej., gustos alimentarios y capacidad para
almacenar las grasas) también tienen, en parte, un origen genético. La
investigación de los factores genéticos responsables de la obesidad todavía está
en sus inicios. Por lo menos 20 genes diferentes parecen estar relacionados con
ella.
Factores alimentarios. Para
convertirse en obeso, es preciso comer demasiado en relación con las
necesidades energéticas o consumir demasiada grasa en relación con la capacidad
de su utilización. Este exceso de alimentación esta favorecido por la cantidad
y la naturaleza de los alimentos disponibles, pero también por los hábitos
familiares y culturales, que llevan a comer más allá de la saciedad. La
evolución del modo de vida en los países industrializados se manifiesta por un
aumento en el consumo de azucares y, sobre todo, de grasas. Al mismo tiempo, la
adquisición del bienestar (ascensores, transportes y calefacción) contribuye a
disminuir el ejercicio físico y su gasto energético.
Factores psicológicos. La
depresión, la angustia y la ansiedad suelen producir, como compensación, una
tendencia a comer demasiado o a disminuir el grado de actividad. La propia
obesidad, por sus consecuencias psicológicas y por los comportamientos de
restricción que puede entrañar, contribuye a menudo a su automantenimiento o a su agravamiento.
Dieta
El tratamiento de la obesidad consiste en mantener una dieta
equilibrada, que limite el aporte de calorías (disminución del aporte de grasas
y, a menudo, de azucares).Esta dieta debe acompañarse de información y de una
educación nutricional. Las dietas muy estrictas producen un adelgazamiento
rápido, pero no dan los mejores resultados a largo plazo.
La obesidad es una enfermedad
difícil de tratar y las recaídas son frecuentes. Su tratamiento requiere la
participación activa del paciente, que debe recibir atención médica y un
seguimiento a largo plazo. Antes de poner en marcha el tratamiento, el médico y
el paciente se fijan un objetivo, que debe ser realista y que suele ser
inferior a lo que desea el paciente. Pero aunque sea moderado (del orden del 10
al 15 % del peso inicial), cualquier adelgazamiento es beneficioso para la
salud del obeso, ya que disminuye de forma considerable el riesgo de contraer
enfermedades asociadas a la obesidad.