Los obesos presentan elevados niveles de serotonina al
amanecer, lo que les ocasiona aversión y rechazo por el desayuno. A la vez que
los acentuados descensos de serotonina presentes a media tarde, incrementan su
apetito y los impulsos adictivos hacia harinas, dulces y chocolates.
Estas bruscas oscilaciones de la serotonina cerebral
promueven en los obesos un horario de alimentación invertido. Una tendencia a
comer más antes de dormir que antes de trabajar, es la llamada dieta invertida.
Los obesos se alimentan a la inversa
de los ritmos hormonales
La falta del desayuno y una cena
abundante favorecen la obesidad
La mayoría de los obesos no desayunan; mientras que otros
hacen un desayuno muy escaso en proteínas como leche, pavo, pollo, etc. Algunos
desayunan solo una toronja o un pan tostado con mermelada y un jugo; por el
contrario al anochecer sienten más deseos de comer y es cuando más alimentos
ingieren.
Así era el caso de Carolina, la única gorda entre seis
hermanos. A diferencia de ellos que al despertar siempre comían en forma
abundante, Carolina solo desayunaba una toronja. Comentaba que en ese momento
del día nunca sentía hambre y que los alimentos le ocasionaban nauseas y
repulsión.
A media tarde se le abría el apetito, pero aun así, comía
muy mesuradamente, pues siempre quería adelgazar. Ella se extrañaba:
<<¿Por qué comiendo tan poco mi peso se incrementa día tras día?>>
Actualmente tiene un sobrepeso considerable en tanto que sus hermanos se
mantienen delgados.
El error de Carolina residía en su horario de alimentación:
era inverso a los ritmos circadianos de las hormonas energéticas.
Así tenemos que en las mañanas, cuando los alimentos se
transforman en más energía, Carolina casi no comía; mientras que antes de
dormir, cuando los alimentos se desvían hacia la grasa de reserva, era cuando
comía una mayor cantidad.
Sin desayuno disminuye el metabolismo
y se facilita la obesidad
La falta del desayuno o un desayuno muy escaso, produce
grandes oscilaciones de la glucosa sanguínea que ponen en peligro el
funcionamiento del cerebro. Este registra la situación como el comienzo de un
ayuno y por ello activa una serie de sistemas de emergencia destinados a
recuperar y mantener los niveles de glucosa sanguínea que le permitirán
prolongar el ayuno nocturno y sobrevivir sin el combustible que debió ser
aportado por el desayuno.
Se inicia así una masiva destrucción de las proteínas
musculares, del colágeno de la piel y de los ligamentos. Estos se transforman
en aminoácidos y abandonan los tejidos para ser convertidos en glucosa dentro
del hígado, restaurándose nuevamente los niveles de azúcar.
Se deteriora la masa muscular
La elevación matutina del cortisol la hormona que transforma
proteínas en energía determina que a lo largo de la mañana las proteínas sean
utilizadas para mantener estables los niveles de glucosa sanguínea. Por ello,
cuando el desayuno falla o si es muy escaso en proteínas, el cerebro se ve en
la nefasta necesidad de recurrir a sus propias proteínas (los músculos, el
colágeno de la piel y los ligamentos de los huesos) que son utilizadas como
combustible en sustitución del desayuno.
Cuando la falta del desayuno es un modo de vida y ocurre en
forma cotidiana, se produce una pérdida progresiva de las proteínas corporales,
deterioro de la masa muscular y de los ligamentos de los huesos, ocasionando dolores
musculares y óseos; así como una debilidad generalizada. La piel desecha el
colágeno, adelgaza y pierde turgencia.
Perdemos músculos pero no grasa
En virtud de que el cortisol es la hormona energética que
predomina al amanecer y durante la mañana promoviendo la conversión de
proteínas, cada vez que achicamos el desayuno, el cerebro tiene que recurrir a
nuestras propias proteínas ( los músculos y el colágeno de la piel ).
Contrario a lo que se piensa no ocurre pérdida de grasa,
pues la hormona que moviliza la de reserva, únicamente se eleva en las noches
siendo la responsable del adelgazamiento durante el sueño nocturno. Pero en la
mañana esta hormona se encuentra baja y al no desayunar en vez de adelgazar a
expensas de las células de grasa, perdemos masa noble y músculos pero no las
reservas de grasa. Por ese motivo, los obesos, que son lo que suelen omitir el
desayuno, pierden tono y masa muscular. Se tornan débiles, pero no delgados.
Aumentan las células de grasa
Un desayuno muy escaso también promueve que en las células
de grasa se incremente una enzima que las hace mucho más ávidas para recolectar
grasa. De esta forma, el resto del día los alimentos se desviaran directamente
hacia las células de grasa. Cada vez tendremos más grasa y menos músculos.
Disminuye el metabolismo
Con la finalidad de preservar la integridad de la masa
muscular y aminorar la destrucción de nuestras propias proteínas que están
siendo utilizadas para suplir la falta de desayuno, el cerebro pone en marcha
un sistema de ahorro, que les permite bajar el gasto calórico o metabolismo
como mecanismo para sobrevivir sin comer. De esto resulta que si en una
caminata precedida del desayuno gastamos unas 100 calorías, al faltar el
desayuno bajara el metabolismo y gastaremos solo 30 calorías en el mismo
recorrido.
Los ejercicios en ayunas destruyen
las proteínas musculares
Quienes tienen la mala costumbre de caminar o hacer
ejercicios en ayunas activan mas sus sistemas de supervivencia y ahorro. Al
margen del alto riesgo cardiovascular que producen los ejercicios matutinos por
causa del ayuno, también obligan a una mayor destrucción de las proteínas
musculares que no solo deben suplir la
falta del desayuno sino también los altos requerimientos que exige el hacer
ejercicios sin un aporte previo de combustible. El deterioro muscular se
acrecienta más y el resto del día acumulara grasa y engordara con mayor
facilidad.
La cena abundante impide la
movilización de la grasa
Al anochecer se inicia el ascenso de la hormona lipolitica o
HGH que es la que utiliza grasa de reserva como combustible y la responsable de
la pérdida de peso o del adelgazamiento que ocurre durante el sueño nocturno.
Se calcula que una persona adelgaza entre 500 y 800 gramos
durante el sueño nocturno. Así pues, durante el día sube de peso, mientras que
adelgaza cuando duerme. Todo depende de la cantidad y tipo de alimentos que
ingiere en las horas nocturnas.
Los obesos suelen comer harinas, cereales, galletas de soda,
arroz, etc., justamente en la noche, cuando la HGH comienza su ascenso; entonces,
ocurre que el combustible que se utilizara durante el sueño nocturno se obtiene
de las harinas que consumió en la cena y no de la grasa de reserva. Así que esa
noche no adelgazara. Si come harinas en la cena, perderá el adelgazamiento
nocturno e inclusive puede amanecer más gordo que la noche anterior.
Las harinas y los dulces engordan más
al anochecer
En las noches la insulina es muy poco eficiente, por ello la
captación muscular de la glucosa es más difícil en las noches y si se consumen
alimentos a base de harinas, la insulina tiene que conducir esta glucosa hacia
el tejido adiposo y no a los músculos. Por esta razón el consumo de
carbohidratos en la tarde y noche como suelen hacer los obesos no solo impide
la movilización de las grasas durante el sueño nocturno, sino que además
favorece el depósito de alimentos en el tejido adiposo lo que resulta en un
aumento de peso.
En pocas palabras los que practican la dieta invertida,
pierden músculos por la falta de desayuno y ganan grasa por comer al anochecer.
Pues los carbohidratos nocturnos en lugar de aumentar la energía muscular,
favorecen la obesidad.
Pierda grasa abdominal