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jueves, 25 de julio de 2013

La dieta invertida

Los obesos presentan elevados niveles de serotonina al amanecer, lo que les ocasiona aversión y rechazo por el desayuno. A la vez que los acentuados descensos de serotonina presentes a media tarde, incrementan su apetito y los impulsos adictivos hacia harinas, dulces y chocolates.

Estas bruscas oscilaciones de la serotonina cerebral promueven en los obesos un horario de alimentación invertido. Una tendencia a comer más antes de dormir que antes de trabajar, es la llamada dieta invertida.

Los obesos se alimentan a la inversa de los ritmos hormonales

La falta del desayuno y una cena abundante favorecen la obesidad

La mayoría de los obesos no desayunan; mientras que otros hacen un desayuno muy escaso en proteínas como leche, pavo, pollo, etc. Algunos desayunan solo una toronja o un pan tostado con mermelada y un jugo; por el contrario al anochecer sienten más deseos de comer y es cuando más alimentos ingieren.

Así era el caso de Carolina, la única gorda entre seis hermanos. A diferencia de ellos que al despertar siempre comían en forma abundante, Carolina solo desayunaba una toronja. Comentaba que en ese momento del día nunca sentía hambre y que los alimentos le ocasionaban nauseas y repulsión.

A media tarde se le abría el apetito, pero aun así, comía muy mesuradamente, pues siempre quería adelgazar. Ella se extrañaba: <<¿Por qué comiendo tan poco mi peso se incrementa día tras día?>> Actualmente tiene un sobrepeso considerable en tanto que sus hermanos se mantienen delgados.

El error de Carolina residía en su horario de alimentación: era inverso a los ritmos circadianos de las hormonas energéticas.

Así tenemos que en las mañanas, cuando los alimentos se transforman en más energía, Carolina casi no comía; mientras que antes de dormir, cuando los alimentos se desvían hacia la grasa de reserva, era cuando comía una mayor cantidad.

Sin desayuno disminuye el metabolismo y se facilita la obesidad 

La falta del desayuno o un desayuno muy escaso, produce grandes oscilaciones de la glucosa sanguínea que ponen en peligro el funcionamiento del cerebro. Este registra la situación como el comienzo de un ayuno y por ello activa una serie de sistemas de emergencia destinados a recuperar y mantener los niveles de glucosa sanguínea que le permitirán prolongar el ayuno nocturno y sobrevivir sin el combustible que debió ser aportado por el desayuno.

Se inicia así una masiva destrucción de las proteínas musculares, del colágeno de la piel y de los ligamentos. Estos se transforman en aminoácidos y abandonan los tejidos para ser convertidos en glucosa dentro del hígado, restaurándose nuevamente los niveles de azúcar.

Se deteriora la masa muscular 

La elevación matutina del cortisol la hormona que transforma proteínas en energía determina que a lo largo de la mañana las proteínas sean utilizadas para mantener estables los niveles de glucosa sanguínea. Por ello, cuando el desayuno falla o si es muy escaso en proteínas, el cerebro se ve en la nefasta necesidad de recurrir a sus propias proteínas (los músculos, el colágeno de la piel y los ligamentos de los huesos) que son utilizadas como combustible en sustitución del desayuno.

Cuando la falta del desayuno es un modo de vida y ocurre en forma cotidiana, se produce una pérdida progresiva de las proteínas corporales, deterioro de la masa muscular y de los ligamentos de los huesos, ocasionando dolores musculares y óseos; así como una debilidad generalizada. La piel desecha el colágeno, adelgaza y pierde turgencia.

Perdemos músculos pero no grasa

En virtud de que el cortisol es la hormona energética que predomina al amanecer y durante la mañana promoviendo la conversión de proteínas, cada vez que achicamos el desayuno, el cerebro tiene que recurrir a nuestras propias proteínas ( los músculos y el colágeno de la piel ).

Contrario a lo que se piensa no ocurre pérdida de grasa, pues la hormona que moviliza la de reserva, únicamente se eleva en las noches siendo la responsable del adelgazamiento durante el sueño nocturno. Pero en la mañana esta hormona se encuentra baja y al no desayunar en vez de adelgazar a expensas de las células de grasa, perdemos masa noble y músculos pero no las reservas de grasa. Por ese motivo, los obesos, que son lo que suelen omitir el desayuno, pierden tono y masa muscular. Se tornan débiles, pero no delgados.

Aumentan las células de grasa 

Un desayuno muy escaso también promueve que en las células de grasa se incremente una enzima que las hace mucho más ávidas para recolectar grasa. De esta forma, el resto del día los alimentos se desviaran directamente hacia las células de grasa. Cada vez tendremos más grasa y menos músculos.

Disminuye el metabolismo

Con la finalidad de preservar la integridad de la masa muscular y aminorar la destrucción de nuestras propias proteínas que están siendo utilizadas para suplir la falta de desayuno, el cerebro pone en marcha un sistema de ahorro, que les permite bajar el gasto calórico o metabolismo como mecanismo para sobrevivir sin comer. De esto resulta que si en una caminata precedida del desayuno gastamos unas 100 calorías, al faltar el desayuno bajara el metabolismo y gastaremos solo 30 calorías en el mismo recorrido.

Los ejercicios en ayunas destruyen las proteínas musculares

Quienes tienen la mala costumbre de caminar o hacer ejercicios en ayunas activan mas sus sistemas de supervivencia y ahorro. Al margen del alto riesgo cardiovascular que producen los ejercicios matutinos por causa del ayuno, también obligan a una mayor destrucción de las proteínas musculares que no solo deben  suplir la falta del desayuno sino también los altos requerimientos que exige el hacer ejercicios sin un aporte previo de combustible. El deterioro muscular se acrecienta más y el resto del día acumulara grasa y engordara con mayor facilidad.

La cena abundante impide la movilización de la grasa

Al anochecer se inicia el ascenso de la hormona lipolitica o HGH que es la que utiliza grasa de reserva como combustible y la responsable de la pérdida de peso o del adelgazamiento que ocurre durante el sueño nocturno.

Se calcula que una persona adelgaza entre 500 y 800 gramos durante el sueño nocturno. Así pues, durante el día sube de peso, mientras que adelgaza cuando duerme. Todo depende de la cantidad y tipo de alimentos que ingiere en las horas nocturnas.

Los obesos suelen comer harinas, cereales, galletas de soda, arroz, etc., justamente en la noche, cuando la HGH comienza su ascenso; entonces, ocurre que el combustible que se utilizara durante el sueño nocturno se obtiene de las harinas que consumió en la cena y no de la grasa de reserva. Así que esa noche no adelgazara. Si come harinas en la cena, perderá el adelgazamiento nocturno e inclusive puede amanecer más gordo que la noche anterior.

Las harinas y los dulces engordan más al anochecer

En las noches la insulina es muy poco eficiente, por ello la captación muscular de la glucosa es más difícil en las noches y si se consumen alimentos a base de harinas, la insulina tiene que conducir esta glucosa hacia el tejido adiposo y no a los músculos. Por esta razón el consumo de carbohidratos en la tarde y noche como suelen hacer los obesos no solo impide la movilización de las grasas durante el sueño nocturno, sino que además favorece el depósito de alimentos en el tejido adiposo lo que resulta en un aumento de peso.

En pocas palabras los que practican la dieta invertida, pierden músculos por la falta de desayuno y ganan grasa por comer al anochecer. Pues los carbohidratos nocturnos en lugar de aumentar la energía muscular, favorecen la obesidad.

Pierda grasa abdominal           

      

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